miércoles, 28 de noviembre de 2012

              La princesa de fuego
En un castillo lejano, mucho tiempo atrás, vivía una princesa de incomparable belleza. Pero esta joven era, además, muy sabia y rica. Los pretendientes llegaban hasta el castillo constantemente, buscando obtener sus riquezas.
Pero la princesa, cansada de tanto pretendiente falso, publicó un edicto real, donde decía que se casaría con aquel joven que le presentase el regalo más valioso, tierno y sincero del mundo.
Al día siguiente, el castillo estaba lleno de flores y regalos de todo tipo, cartas de amor ardiente que los poetas escribían. La cantidad de regalos era abrumadora y entre ellos descubrió una simple y sucia piedra.
La princesa, intrigada, hizo llamar al responsable de aquel regalo.
- Esta piedra representa lo más valioso que os puedo dar, majestad. Es mi corazón. – Dijo el joven- Es sincera, porque aún no es vuestro. Es dura como una piedra, sólo cuando se llene de amor, se ablandará y será el más tierno de todos.
El joven se marchó sin angustias, pero la princesa quedó prendada e intrigadísima. Llevaba aquella piedra a todas partes. Durante meses colmó al joven de atenciones y regalos, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra que la princesa cargaba.
La muchacha se sintió tan desanimada que arrojó la piedra a la chimenea encendida, el fuego consumió rápidamente la arena, de la que emergió una preciosa figura de oro. Entonces comprendió que debería hacer como el fuego y transformar todo a su alrededor, separando lo inútil de lo importante.
La princesa se dedicó a cambiar las cosas en su reino a partir de entonces, dedicó todos sus esfuerzos a ello. Terminó con los lujos y se encargó de que todos los habitantes tuviesen comida y libros.
Todo el que debía tratar con la princesa estaba encantado con su carácter y su vitalidad, tanto que comenzaron a llamarla cariñosamente, “la princesa de fuego”.
Fue así que el corazón del joven se vio conmovido por la bondad y sabiduría de la princesa, y resultó tan tierno como había prometido. Y fueron felices para siempre.
Fin

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